La planta del jengibre pertenece a la familia de las Zingiberaceae. Su nombre científico es rizoma de zingiber officinale roscoe, que significa “cuerpo de cuerno”.
También puedes encontrarlo con el nombre de kion o quion.
El jengibre es el tallo subterráneo o rizoma de esta planta, que reconocemos fácilmente por su sabor picante. Este proviene de los compuestos gingeroles y shogaoles que se liberan cuando el jengibre se seca o se cuece.
El jengibre es fuente importante de minerales como el manganeso, hierro, magnesio, zinc, potasio, fósforo y calcio. Aporta también vitaminas como la vitamina C, B3, B6, B1, B2, B9 y vitamina E. Una porción de 100 gramos tiene 336 kcal.
El jengibre es un alimento antibacteriano y antioxidante, ya que contiene fitoquímicos como flavonoides, taninos, el gingerol, shogaol y los paradoles, compuestos que ayudan a retrasar el proceso de envejecimiento celular y a combatir los radicales libres.
En personas con diabetes, el jengibre ayuda en el tratamiento de esta enfermedad disminuyendo los niveles de glucosa y colesterol sanguíneos al mejorar la circulación a través de su acción vasodilatadora. Por esta razón reduce también los problemas circulatorios como las várices.
El jengibre también es tradicionalmente conocido por ser útil en el tratamiento de enfermedades gastrointestinales. Al consumirse ayuda a producir saliva, por lo que facilita la deglución, se caracteriza por ser buen digestivo y puede ser utilizado como antiemético (evitar las náuseas y el vómito).
Otro beneficio digestivo es que se ha encontrado que puede combatir la falta de apetito.
También tiene beneficios para la salud respiratoria, ya que puede reducir la inflamación de la garganta, es analgésico y auxiliar en la expectoración durante los resfriados o la gripe.